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Eduardo Mitre, poemas


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Eduardo Mitre

Títulos de sus obras

Al pie de la letra
Enero
Casi la dicha
Deshora
Desde un puerto
Epílogo
Escrito en blanco
escritura
Húmeda llama
La ausente
Líneas de otoño
Los amantes
Para un adiós
Prólogo al presente
Reencuentro
Sonata

 

Información biográfica
Nombre: Eduardo Mitre
Lugar y fecha nacimiento: Oruro (Bolivia), 1943

 

Al pie de la letra
La mujer que de pronto
Aparece en la esquina
Como la pasante de Baudelaire.
Sus ojos de noche del Líbano,
Brillosos como la piel
De los dátiles,
Enigmáticos como las líneas
Que traza el destino
En las hojas de coca.
Su cuerpo esbelto,
Su talle fino,
Su andar de palmera con brisa,
Su cabellera que al aire
Latiga y aroma,
Sus largas piernas
Presentidas bajo la falda roja,
Sus senos como dos olas
Rompientes
A punto de perderse en el mar.

Y el mantel que prolonga a la nieve
Sobre la mesa del bar
Bajo la mirada que lee
Lo que al azar la realidad inventa.

Y el poema que dice
Al pie de la letra.

 

Enero
Querétaro es ahora el tiempo
Donde encarnan
También nuestros cuerpos.

Atrás los días sin imagen,
Las puertas, los espejos,
Las máscaras falaces
Que la ausencia ha disuelto.

Bajo el hondo sol de enero
Han vuelto Aries y Sagitario
A sernos favorables.

Y es otra vez la dicha viajar junto a la luz
Que salta entre las piedras y los árboles
E ir con ella
Al encuentro del mar:
Azul abierto de par en par
A la medida del deseo.

 

Casi la dicha
En Hanover este crepúsculo de invierno.
Tu desnudez consumada:
Brasa blanca en el lecho.
Y la mirada que vuelve a gozarla
En la penumbra del deseo.
En la ventana
La nieve extendida
Como tú en el sueño
Absorta
Como mis ojos sobre la página.
Lejos:
El grito de los niños
Que resbalan por la colina
Y el silencio y el pino
Plantados
Como un solo cuerpo
En el aquí y el ahora
Donde no falta sino
La palabra digna
De tanto don tanta gracia.

 

Deshora
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo

La cercanía infranqueable entre sus cuerpos.
Un puente de miradas donde se cruzan
Y se separan.
En sus labios:
Un vaivén de palabras
O de silencios
-No la lenta fragua del beso.
No el hondo goce
Ni la dicha tersa
De las desnudeces enlazadas:
Sólo el roce eléctrico
De los muslos que se adivinan.

Sólo el asombro de conocerse
En la esquina
De los tardíos encuentros.

Y el sueño donde quizá se poseen
Al lado
De otro cuerpo que duerme.

Y el carbón del deseo
Que ha de volverse sin duda
Puro diamante

Al precio de no haber sido nunca
Los dos el mismo leño
La húmeda llama
En el lecho
De esta única vida.

 

Desde un puerto
Ese barco era un árbol
Y ahora
El mar piadoso
En cada ola le borra
El recuerdo de un pájaro.
Así, en cada amante,
Al indefenso ausente
-Sin rumor ni sangre-
Rasgo a rasgo
El tiempo borra.
El tiempo, y el mismo amor
Que -ávido de ser-
Hunde su memoria en otra piel
Ya un cuerpo en otro inmola.

Olvidar es morir
Y renacer otra persona.

 

Epílogo
El olor que deja
En la piel la ausencia.

El sabor de un nombre
Que quema la lengua.

El dolor que queda
En la mujer y el hombre.

Y el tiempo que cuelga
Las cuatro estaciones.

 

Escrito en blanco
Nieva esta nieve
Como a veces se hablan
Hombres y mujeres.
Continua
Mente
Instantánea
Nieva por primera vez siempre
Como se miran los que se aman.

Nieva como la única cosa
Real que sucede.

Y corren los niños para tocarla
Y tras ellos las palabras
Frágiles como la nieve
Pendiente
De una mirada.

 

Escritura
Dejar caer una por una
Todas las máscaras
Hasta la soledad desnuda
Frente al tiempo sin cara.

Buscar en el silencio
Donde manan las palabras
Su ofendida inocencia,
Su vocación de alianza.

Fijar su gracia elocuente
Como el fuego y el agua.
Y atravesarlas como un puente
En un cuerpo y un alma.

 

Húmeda llama
1

Tu desnudez expuesta
Entera
Como el pan en la mesa.

2

Beso a beso,
Caricia a caricia, se dora
Al sol del deseo.

3

Llama que moja y quema,
Llama que llama:
Tu lengua.

4

Arqueros enardecidos
Disparan sus flechas
Los cinco sentidos.

5

Entre tus piernas el blanco:
Carbón de sangre
Corazón de la hoguera.

6

Doble latido y un solo ritmo.
Como la vida y la muerte
Al principio.

7

Caracol del oído:
El oleaje de los suspiros
Y la marea de los ayes
Y los Dios mío.

8

La mirada se pierde.
Salivan las sílabas.
Las pupilas ascienden
Hacia alta caída.

10

Memoria del vértigo:
Hacia adentro el quejido
Y tus ojos abiertos
Enceguecidos.

11

Zumbido de abeja:
El silencio
De vuelta
Sin haberse ido.

12

Te descubro a mi lado
Todavía temblando
Como recién rescatada
De un naufragio.
O de un incendio.

13

Y tienen de nuevo sed
De nombrar los labios:
La almohada, tu cabellera,
Una pared de ladrillos,
Un trozo de cielo: tribus
Con rumbo desconocido.

14

Cruzan el aire -ya quieto-
Tu nombre y el mío.
A recordarnos han vuelto,
A recrearnos los mismos.

15

Sobre el tiempo intacto
Nuestros cuerpos tendidos,
Expuestos al vacío,
Melancólicamente plenos.


La ausente
Emigran los pájaros
Pero se quedan
El árbol y el tiempo.

Tengo miedo.

Hay mucha trampa
Y poca luz
En el recuerdo.

Tengo miedo.

Qué pena, amor,
Que tu presencia
Dependa tanto de tu cuerpo.

 

Líneas de otoño
1

Luz líquida de otoño:
En la copa de los árboles
Beben los ojos.

2

No pasa el verano, no.
Arde, eso sí
Y en mil ascuas.
(El otoño
Es su húmeda llama).
Del verde
Al amarillo
Al rojo
Arde como el alcohol,
Como la vida de Rimbaud,
Como el cuerpo
Cambiante
De la pasión.

3

Pasa el viento
Como siempre pasa en el otoño:
Haciendo caer las hojas.
Y en cada rama brota
La transparencia del invierno.

4

Me observan curiosos
Desde la misma rama
La ardilla y el tordo.

5

El cuarto de hotel.
En la ventana el jilguero
También de paso.

6

Lección del otoño:
¿Asirse a la tierra
O desprenderse de todo?

7

Árboles desnudos:
Hojas las alas
Y los pájaros frutos.

8

Los versos de Wang Wei,
Desgajo uno,
Lo injerto y prende bien:
Otoño corto: el crepúsculo.

9

Hormiguero de astros.
Sola
La luna
Con fulgor prestado.
Pero no importa.
Ya lo dijo
Antonio Porcchia:
Nadie -ni aun el sol-
Es la luz de sí mismo.

10

El invierno a la puerta.
El vino. La amistad
De los amigos
Distantes o muertos.
Digo sus nombres:
Oigo sus voces.

11

Los niños de Somalia.
Muda se quedará la página
Ya oscuras mi casa
Si no salto a otra línea.

12

El fresno
Silencio de pie
El silencio

13

Se agita -barca su cuerpo-
Mi mujer dormida.
¿El viento en su sueño?

14

La luz de la lámpara.
El poema:
Árbol de las palabras.
Contigo
Hablarán del otoño
Si tu voz las despierta
Si las palpan tus ojos.

 

Los amantes
Oh noche amable más que la alborada.
San Juan de la Cruz

Amable más que el alba:
La noche en la ventana.
En el cuarto la penumbra
Como un ave que no acaba
De posarse o alzar vuelo.
Y ellos
Sobre la sábana
En feroz y dulce duelo
Buscando el centro
De su ceguera iluminada.
Ellos: dos cuerpos en uno
En jadeante ascenso
Al vértigo mutuo
Que los completa y desgarra.
Luego el sueño que los acoge
Y guarda sus miradas
Hasta que la espada del día
Los arroja de nuevo
A calles repletas
De caras vacías
Y niños hambrientos.
Y la luz que los ve alejarse
Parpadea en el viento.

 

Para un adiós
Un abrazo y palabras entrecortadas
Habrán dicho el adiós increíble.
Y entre tu cuerpo y el mío
Manará sin cesar la distancia.

Como se apela a una hierba mágica
Para sanar del mal de ausencia,
Escribiré entonces estas líneas.

Y si el tiempo que une y que separa,
Lo entrega un día a tu mirada,
Léelo, mas no vuelvas la cara.

Hermosa y feliz en tu presente,
No cometas el error de Eurídice;
Que yo, al recordar tu dulce voz,
Cuidaré que me aten como Ulises.

 

Prólogo al presente
Abre los ojos. Despierta.
El Paraíso está aquí,
De vuelta.
Con todos y todo
En la luz pasajera.

Es (no hay otro) esta tierra:
Mesa de encuentros,
Cuna de ausencias.

El Paraíso está aquí,
A la espera. Abre tus ojos
Que abren sus puertas.

Despierta. Está aquí.
No es la dicha.
Es la presencia.

 

Reencuentro
Entré en el bosque,
A su pleno corazón
De silencio y luz inmóvil.
Con voz queda dije
Tu nombre y otros nombres
Como quien escribe
En el aire
Para memoria de los árboles.
Mas no movió ninguna hoja
El álamo ni el roble.
Ni una sola rama el sauce.
Igual de indiferentes
Pasaron
(Felices en su vuelo)
Un mirlo y dos gorriones.
De pronto
El viento mago
Sacudió nubes y follajes:
Se encendió el relámpago
Y entré en la lluvia
Contigo y los ausentes.

 

Sonata
Ojos que descubren
La voz de las cosas.

Oídos que escuchan
El paso de las rosas.

Olfato que todo lo funde
En un solo aroma.

Lengua que añora
El sabor de otra.

Cuerpo la ausencia
Que padece los cuatro

Sentidos que la transportan.
Cuerpo que apenas goza.

Le falta el tacto.
Le sobra memoria.